martes, 17 de junio de 2008

¿Cristina o el campo?

-¿Estás con el campo o estás con Cristina?
-¿Cómo?
-Si, viste lo del conflicto entre el campo y el gobierno... ¿De qué lado estás?
-Ah, mirá vos, no sabía que eran bandos que se enfrentaban.
-Eh...
-¿Te das cuenta que le estás preguntando a un ciudadano argentino si está a favor de un grupo económico o del gobierno que tiene, no?
-Si...
-Ajá...
-Bueno, ¿y entonces?
-¿Entonces qué?
-¿Estás con el campo o estás con Cristina?

Esta es una conversación que me vi obligada a tener muchas veces. Hasta el hartazgo. Como si una situación tan compleja pudiera definirse en dos palabras. Como si se tratara de un país dividido por la mitad, donde sus habitantes tienen que elegir de qué lado de la línea se ponen.
Caminaba por las calles de Belgrano, pretendiendo tomarme un colectivo (ilusa de mí) el día que, podría decirse, estalló el conflicto. Veo policías cortando Avenida Cabildo y a lo lejos comienzo a escuchar ese clan, clan, clan, clan... ‘¿Por qué demonios golpean cacerolas ahora?’, pregunto casi en voz alta. Me acerco. No por interés periodístico, qué va: la parada está en esa cuadra. Eran mayormente mujeres, señoras con ruleros y polleras por debajo de las rodillas, mujeres treitañeras con o sin sus hijos, y algunos pocos hombres, unos de lentes, otros pelados. Pocos jóvenes. Pocos, pero no ninguno.
Por supuesto el colectivo se desviaba más de cinco cuadras adelante, así que como fui tuve que volver, y abusar avergonzada de una cama ajena.
Sorpresa la mía cuando, a la mañana siguiente, comprendo por fin qué estaba pasando: el gobierno había aplicado retenciones a las exportaciones, los inversores agrarios no estuvieron de acuerdo con ello, y una buena parte de la población de la capital se ‘puso de su lado’.
Quiero aclarar algo antes de continuar. Según me dicen por lo que suelo decir, soy un poco machista y bastante gorila. Eso es lo que estiman otros, yo no me voy a autodefinir ahora (a quién le importa, además). Digo esto para que el lector desprevenido que no me conoce comprenda de dónde viene mi opinión: de alguien que suele pudrirse de las estupideces femeninas antes que de las masculinas -tal vez por tomarlas como propias-, y que no tiene ni una pizca de simpatía por el peronismo, ni mucho menos por ninguno de sus representantes.
En Buenos Aires algunos ya veníamos sintiendo que el gobierno no era bien recibido. Mejor dicho, que la Presidenta era vista con mala cara por la opinión pública. Prepotencia, paso de mando entre esposos, ministros dudosos... claro, con todo esto, como para no caer mal. Y todas esas faltas previas del gobierno se le vinieron encima.
‘A la próxima que se mandan, la gente explota’. Y explotó.
¿Qué importaba si esta vez el gobierno de la Nación estaba en su derecho de cobrar las retenciones? ¿Qué importaba que se le gravaran los impuestos a un sector que nunca hizo nada bueno por el país, que apoyó dictaduras? ¿Que se quejó cuando le iba mal y cuando le iba bien, mutis por el foro? ¿Qué importaba que ese gobierno hubiera sido electo con casi la mitad de los votos a su favor? ¿Qué importaba si cada sector opositor iba a aprovechar esta situación para sacar la mayor ventaja posible?
Es fácil agarrar la cacerola y el cucharón, bajar del departamento y golpear hasta que quede la última olla abollada. Reflexionar sobre la situación es un poco más complejo.
Es necesario que recordemos algo que nos enseñaron en la secundaria, y a algunos después, en la facultad: el tipo de democracia en nuestro país se llama representativa. Esto significa que el pueblo delega la soberanía en autoridades elegidas de forma periódica mediante elecciones libres.
Delega la soberanía.
¿Quedó claro? Por las dudas lo digo otra vez:
DELEGA LA SOBERANÍA.
Lo que significa que, una vez electo, el gobierno está en su derecho, dado por el pueblo mismo, de tomar las decisiones que considere correctas y no necesita pedir permiso a nadie. Todo esto siempre y cuando, claro, no se viole la constitución y las leyes previamente establecidas. Por lo que se entiende que algunas de sus decisiones tienen que pasar antes por el Congreso de la Nación.
La situación que se presenta no es otra que esta: se le intenta cobrar a un grupo una parte de lo que gana para que pase al acervo nacional; el grupo no quiere; la ciudadanía lo acompaña, no porque esté de acuerdo con el grupo sino porque está en desacuerdo con su gobierno -con su propio gobierno-; el grupo reclama hasta que las cosas salgan como quiere.
Flaco favor se hizo el mando actual a sí mismo con los discursos que en lugar de acercarlo a la gente lo alejan, la represión en los cortes, y los impresentables de siempre que salen a defenderlo.
Pero todos estos errores no implican que dejemos de recordar que nuestra democracia es representativa, y que hasta la culminación de su mandato, Cristina Fernández puede tomar las decisiones que le parezcan correctas en tanto cumpla con los requisitos constitucionales. Y al que no le gusta, que en lugar de reclamar por una medida que no le parece, exija un cambio en la Constitución, y que en lugar de una democracia representativa tengamos una democracia directa, en la que decidamos de mutuo acuerdo qué se hace y qué no.
Ahí sí vamos a empezar a hablar en serio.

Emile Bari Azah.

2 comentarios:

Fray Marcos dijo...

Muy buen articulo. Sinceramente no me esperaba algo tan bueno...me esperaba algo bueno, pero no tanto,je.


Un beso y un abrazo.

Emile dijo...

Jajaja... viste que siempre te sorprendo con algo?
Bueno, los vampiros todavía no se devoraron todo mi genio para las palabras XD
Saludos.

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